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Parecían dos mundos paralelos incapaces de tocarse. Mientras Pedro Sánchez desde La Moncloa ofrecía una visión optimista, llena de datos positivos de “uno de los países que mejor funciona del mundo” y auguraba una legislatura larga apuntando incluso a los complicadísimos Presupuestos de 2026, Alberto Núñez Feijóo, desde la sede central del PP, hablaba de “etapa negra” y animaba al PP a ponerse ya en modo campaña electoral y prepararse para derogar “las leyes sanchistas”.
La legislatura pasa así su ecuador, que llegó el 23 de julio, con los dos bloques cada vez más alejados y dispuestos a estrategias completamente opuestas. Mientras Sánchez defiende que gobernará hasta el final y agotará sus cuatro años pase lo que pase, incluso aunque no logre aprobar ningún Presupuesto, Feijóo no se lo acaba de creer y apuesta por mantener el PP en tensión para intentar forzar el adelanto electoral que está convencido de que le llevaría directo a La Moncloa. Sánchez está en su momento de mayor debilidad política en sus siete años de mandato, después del estallido del caso Cerdán, pero está convencido de que el tiempo juega a su favor.
De hecho, mientras muchos apostaron a que no sobreviviría a esta crisis, el presidente decidió, después de ver que tenía apoyos suficientes dentro de su partido y sobre todo entre sus socios, seguir adelante confiando en el que el tiempo mejoraría la situación. Y en La Moncloa están convencidos de que lo ha logrado, al menos parcialmente, y es el PP el que sufre más ahora con el caso Montoro o la inesperada dimisión de una miembro de su cúpula como Noelia Núñez por falsear su currículum.
No es solo el mensaje que ofreció este lunes en la rueda de prensa de balance, que fue nítido en el sentido de que tiene toda la intención de agotar la legislatura. También los movimientos políticos de Sánchez indican que todo su equipo está trabajando para consolidar la mayoría y sacar adelante el máximo posible de su agenda política para dar contenido a los dos años que quedan y tratar de recuperar el agujero de credibilidad que ya se nota en los últimos sondeos publicados.
Para empezar, el presidente hizo otro gesto para engrasar la coalición y le dio otra victoria política interna a Yolanda Díaz, que llevaba varios días reclamando que este martes se aprobara en el último Consejo de Ministros, antes del descanso veraniego, la ampliación de los permisos laborales por nacimiento, un hito para Sumar y parte importante del acuerdo de Gobierno. La titular de Hacienda, María Jesús Montero, se resistía porque supone una gran cantidad de dinero, pero finalmente Díaz podrá reivindicar los frutos de su presión del dentro del Gobierno de coalición. Y en septiembre intentará de nuevo la reducción de jornada, el elemento central de su campaña electoral de 2023, ahora retrasado y muy complicado por la resistencia de Junts, que tiene detrás la presión de la patronal catalana.
La estabilidad de la coalición es importante para afrontar un septiembre que será complicado, con distintos aliados necesarios como Podemos o Junts cada vez presionando más, tanto votaron al lado del PP y Vox para tumbar el último decreto antiapagones, que Sánchez promete recuperar de una u otra manera.
Mientras, Feijóo insiste en ponerse ya en el escenario de lo que hará cuando llegue a La Moncloa, esto es derogar la gran mayoría de las “leyes sanchistas”, según explicó a su cúpula, Sánchez se burla del líder de la oposición y augura que el PP, pero ya no Feijóo, volverá a pedir elecciones anticipadas en cuanto se produzcan las próximas porque de nuevo se quedará a las puertas del Gobierno.
Sánchez además no solo tiene agenda nacional, también internacional. El presidente confía en que tanto la economía, a la que fía buena parte de la recuperación de su imagen dañada por la corrupción, porque los datos siguen siendo muy positivos, sino también la agenda internacional, con un Donald Trump cada vez más agresivo en su apoyo a Benjamín Netanyahu. El presidente mostró su distancia con el acuerdo entre la UE y EEUU —“lo apoyo sin entusiasmo”, dijo—, pero sobre todo anunció que España enviará ayuda humanitaria a Gaza a través de fardos con paracaídas el viernes. Sánchez está convencido de que la situación va a evolucionar mucho de aquí a 2027 y para entonces se verán aún con más crudeza las consecuencias del Gobierno de Trump y otros extremistas en el mundo, y eso también jugará en las elecciones por la cercanía del PP a Vox, al que necesita para gobernar en autonomías, ayuntamientos y, si se diera el caso, en La Moncloa.
Ha pasado solo un mes y medio desde que el informe de la UCO sobre Santos Cerdán pusiera sobre las cuerdas a Sánchez, pero parece que hubiera pasado más de un año. El presidente aparece físicamente agotado, delgado, con una clara necesidad de descanso veraniego, pero políticamente no da síntomas de estar preparando un adelanto electoral ni mucho menos el final de su carrera.
Cuando Sánchez dijo que esta vez sí piensa presentar los Presupuestos, al contrario de lo que hizo en 2022 y 2023, in***pliendo el mandato constitucional que le obliga a ello, se generó rápidamente la especulación de que esté preparando la pista de aterrizaje de un adelanto electoral porque prácticamente todo el mundo político da por hecho que al menos Podemos nunca dará apoyo a las Cuentas de 2026. De hecho el tono del partido de Ione Belarra fue durísimo, como siempre. Su secretario de organización, Pablo Fernández, dijo que la legislatura está “muerta en clave progresista”.
Si Sánchez presenta Presupuestos sabiendo que Podemos —y posiblemente otros, pero bastaría con ellos— se los va a tumbar, asumieron algunos, es que está pensando en elecciones. Pero desde La Moncloa aclaran que eso no es en absoluto lo que quiso decir el presidente. “Presentar”, que es la palabra que utilizó, no implica necesariamente registrarlos y llevarlos hasta la votación de totalidad, el momento en el que se suelen tumbar las Cuentas y que suele provocar las elecciones, como sucedió en 2019.
“Presentar”, explican fuentes del Gobierno, es elaborarlos —Hacienda ya está en ello— negociar con los socios —a partir de septiembre— y tal vez aprobarlos en Consejo de Ministros e iniciar el trámite, pero no implica llevar las cosas hasta el punto de esa votación decisiva. Eso no está decidido aún y por eso Sánchez se limitó a dar el mensaje político —que también dio otros años en los que luego no llegó a llevar las Cuentas al Congreso— de que tiene intenciones de dar la batalla para lograr Presupuestos, pero también apuntó que si no lo consigue no tiene ninguna intención de adelantar las elecciones.
Feijóo, en su realidad paralela completamente opuesta a la de Sánchez, no quiere ni entrar a discutir estos asuntos porque cree que el Gobierno está muerto políticamente y a él solo le toca estar listo para cuando se abran las urnas y si es posible acelerar ese momento. “Llegaremos preparados [a las elecciones]. No perdamos un segundo”, le insistía el líder del PP a los suyos. El líder del PP no quiere perder el momentum que le ofreció el caso Cerdán, que llegó a instalar en sectores importantes de la política española, y en especial en la oposición, la sensación de que por primera vez tenían a Sánchez al borde del KO. Feijóo no ha cambiado un ápice su discurso en todo este mes y medio, ni siquiera después de que el caso Montoro alterara sus planes. El líder del PP insiste en que él hará “limpieza” y obvia los casos que implican a los Gobiernos de Aznar y Rajoy, a los que reivindica en todo momento.
El líder del PP sigue, pues, en el escenario de posible adelanto electoral o en cualquier caso de presión máxima para forzar el desgaste de Sánchez, que en el PP ven irremontable.
Este final de curso augura un arranque con dos bloques más separados que nunca pero con una diferencia sustancial: el de la oposición está en modo electoral como si los comicios fueran inminentes, mientras el presidente, que es el único que puede convocarlos a falta de apoyos para una moción de censura, quiere trasladar la máxima normalidad posible y sacar todo lo que pueda adelante para dar contenido política a la legislatura en la convicción de que el tiempo juega a su favor y la estrategia de la oposición fracasará como lo hizo en 2023.
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