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El extraordinario -y fallido- plan soviético para revertir el curso de los ríos en Siberia con bombas atómicas

Daily News

Fuente de la imagen, Andrei Fadeev

    • Autor, Howard Amos
    • Título del autor, BBC Future

Al oeste de los montes Urales rusos se encuentra una pintoresca masa de agua llamada Lago Nuclear. Es de difícil acceso, y los visitantes deben viajar hacia el norte en barco por los ríos Kolva y Visherka desde la pequeña ciudad de Nyrob, donde los zares exiliaron a sus oponentes políticos.

El lago, que mide unos 690 metros en su punto más ancho, no está conectado directamente con las decenas de vías fluviales cercanas, y la aproximación final es a pie por un sendero pantanoso. Para llegar a sus orillas, hay que pasar junto a letreros metálicos oxidados que advierten que se entra en una “zona de peligro de radiación” y que la perforación y la construcción están prohibidas. Grandes montículos de tierra serpentean alrededor del lago.

“El agua era transparente”, dice Andrei Fadeev, un bloguero ruso de la ciudad de Perm, que viajó al Lago Nuclear en un día soleado del verano de 2024. “Me gustó”, dice, a pesar de que su dosímetro mostró puntos con niveles de radiación más altos de lo habitual. “No había una atmósfera de amenaza ni nada parecido. Al contrario… creo que la taiga [bosque boreal] del norte ha recuperado su lugar”.

El Lago Nuclear se formó el 23 de febrero de 1971 cuando la Unión Soviética hizo explotar simultáneamente tres dispositivos nucleares enterrados a 127 metros de profundidad. La potencia de cada dispositivo fue de 15 kilotoneladas (aproximadamente la misma que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima en 1945). El experimento, llamado “Taiga”, formó parte de un programa soviético de dos décadas de duración para llevar a cabo explosiones nucleares pacíficas (ENP).

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